miércoles, 10 de febrero de 2010

Relatos: Parada equivocada


Hoy iniciamos una nueva sección de nombre Relatos que contendrá los relatos que de vez en cuando escribo. Para la inauguración, nada más y nada menos que un microrelato que fue seleccionado en el programa de Onda Cero, La rosa de los vientos de Juan Antonio Cebrián (al final del post podéis escuchar la interpretación que hicieron). Relato del cual me siento muy orgulloso por este hecho.
El relato está basado en una leyenda urbana que una vez escuche y me impacto bastante. Espero que os guste y que me deis vuestras opiniones. Señoras y señores, Parada equivocada.

Parada equivocada    por Alberto Guerrero Corral

Lorena volvía a casa después de una larga y dura jornada de estudio en la universidad. Todo el día en la biblioteca, preparando los exámenes que se avecinaban,  la habían dejado exhausta. Solo quería llegar a casa, cenar y acostarse, sin pensar que al día siguiente le tocaría repetir una jornada tan dura como la de hoy. Pero, aún quedaban siete paradas para llegar.

Cuando subió al metro, aun tuvo intenciones de repasar lo último que había estudiado, pero a la hora de la verdad, ni siquiera había ojeado los apuntes. Su mente no tenía ni la mínima intención de memorizar ni una formula más, por lo menos, hasta el día siguiente. En su lugar, intentaba hacer más amena la espera jugueteando con el móvil y tarareando uno de los éxitos de Magö de Oz que sonaba en su mp3.

El vagón cada vez estaba más vacío. Era una de las cosas que no le gustaba de regresar tan tarde a casa. Al vivir a las afueras, tenía que bajar en una de las últimas paradas de la línea y muchas veces acababa el trayecto sola en el vagón.

Quedaban cinco paradas y la mayoría de la gente abandonó el vagón.

Al fondo, un hombre maduro miraba el mapa de las líneas de metro, parecía perdido, ya que con el dedo recorría las paradas como si se hubiera equivocado en alguna.

En unos asientos, más cercanos, una pareja joven viajaba en silencio. Ella, dormía, él no. Lorena, enseguida notó que el joven la observaba. No era de extrañar. Era una chica muy atractiva, que estaba acostumbrada a que los hombres la observaran. Aunque no por ello dejaba de molestarle, en ocasiones.

Intentó concentrarse en su móvil, pero era inútil. Notaba la mirada del joven clavada en ella. Levantó la vista y por un instante coincidieron, hasta que este disimuló mirando hacia otro lugar.

El hombre maduro se había acercado a otro mapa que se encontraba cerca de los jóvenes, como, sin fiarse del primero. Lorena se concentro en los actos del hombre, para tratar de olvidarse del joven. La estaba poniendo nerviosa. El hombre, desesperado por lo visto en el mapa, maldijo en voz baja y se giró mirando a los jóvenes. Solo fueron unos segundos, pero Lorena pudo apreciar como el rostro del hombre se contrajo y volvió veloz al fondo del vagón.

Faltaban cuatro paradas.

Lorena volvió a refugiarse en el móvil. Mantenía la cabeza agachada intentando evadirse del resto del vagón, pero no podía. Lentamente alzó la vista. El joven la observaba disimulando, la chica seguía durmiendo y el hombre maduro… ¡Qué hacía! Parecía… ¿le estaba haciendo señales? Sí. Desde el fondo del vagón, fuera de la vista de los jóvenes, le hacía gestos a Lorena para que observara a la joven pareja. ¿Qué pasaba? Lorena, asustada pero intentando disimular lo más que podía, observó rápidamente a la joven pareja. No vio nada. Volvió a mirar al hombre maduro, que esta vez le hacía unas señales inequívocas para que mirara el rostro de la chica. Lorena lo hizo.

La joven seguía dormida, pero su rostro… no podía ser… estaba totalmente pálido. Sus labios y parpados mostraban un aspecto extrañamente lila. Con miedo, Lorena siguió mirando el frágil cuerpo de la joven. Uno de sus brazos colgaba inerte con un extraño morado a la altura de la muñeca.
El miedo atravesó, como un rayo, el cuerpo de Lorena.

Con los ojos abiertos como si hubiera visto al mismísimo diablo, observó como el hombre maduro se había situado en la puerta del vagón. Iba a bajar en la próxima parada. Este, le hizo un gesto para que bajara también. Torpemente, recogió sus cosas y se dirigió a la puerta más cercana. No era su parada, pero no quería quedarse más tiempo allí.

Los dos esperaban la llegada de la siguiente parada en puertas distintas, mientras que el joven quedaba entre medio. La oscuridad del túnel hacía que las ventanas del vagón se transformaran en auténticos espejos y el reflejo le mostró como el joven la continuaba observando descaradamente.

Por fin el metro llegó a la parada, aunque Lorena no respiró tranquila hasta que vio como se alejaba con la pareja camino a la siguiente estación.

El hombre maduro se acercó a ella, que intentaba recuperarse, ya que el miedo seguía en su interior.

-    Perdone, señorita. Siento haberla asustado, pero soy médico y puedo… puedo decirle que esa chica del vagón estaba… muerta.
Dos días después, el joven del metro, se encontraba ojeando el periódico mientras desayunaba en el comedor de la oficina, una noticia le atrajo.

“Hallada una joven asesinada en una estación de metro de Barcelona” 

Al ver la foto que acompañaba la noticia, los ojos se le humedecieron a causa del terror. La chica que aparecía en la foto, era la que había visto hacía dos noches, mientras volvía del hospital con su hermana enferma, y que le había parecido tan atractiva. Y… estaba muerta.

FIN
A continuación, la interpretación que hicieron en el programa La rosa de los vientos de Juan Antonio Cebrián.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo la primera vez que lo escuché me puso los pelos de punta... es que da miedo del de verdad... Es muy bueno!! Ya te lo hemos dicho es genial!!

Morvan dijo...

Gracias anónimo.

Morvan dijo...

Por cierto, se me olvidaba. Es posible que esta semana ponga un nuevo relato, así que si os interesa estad atentos.

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